Cita con la muerte III

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Importante: este texto es un cuento salido de mi mente y no tiene nada que ver con la imagen de la "santa muerte".

Cierto día, decidimos ir a Cuernavaca. Después de meses de arduo trabajo, merecía un descanso. Y Ros y Gil me comentaron que el resto de la manada (nuestro grupo de amigos) se iría en avanzada a reservar una mesa en el antro al que solíamos ir a refugiarnos de la universidad y la oficina (ingredientes imprescindibles en la receta primordial para cocinar la vida un estudiante no hijo de papi) tiempo atrás. Ya tenía tiempo que no nos reuníamos... cielos... parece que fue ayer cuando sacamos al buen Jul en calidad de saco de cemento -frase extraordinariamente usada tanto por él mismo como por el querido Char- y per sé lo botamos en la primera cama que nos encontramos... ¡Eran realmente divertidas esas escapadas! En fin... ese viernes por la tarde, la manada se adelantó. Yo pedí permiso para salir a las 3, y 15 minutos después Ros y Gil ya estaban esperándome en la puerta de la casa. Ese día, especialmente, iba feliz por el aumento que me habían concedido los amos. Ya con la parte proporcional retroactiva a 2 meses, sumado a mis ahorros, iba finalmente a poder comprarme ese S3 rojo con interior negro que me hacía ojitos desde hacía medio año. Nada podía ser mejor. Tomamos el viaducto Tlalpan y nos enfilamos hacia la autopista. Yo iba como garbanzo en olla express: hinchado del gusto y con una muy buena cantidad de dinero en la cuenta de cheques. "Sólo faltaron los tarados de las motos" respondió Ros cuando le pregunté si habían ido todos... "ya ves que les encanta el peligro a esos cabezas duras". Ros no había terminado de decirlo cuando Gil señalaba con el pulgar de la mano derecha hacia atrás... ahí iban los 4 locos en sus Harleys (Fer, Rod, Lu y el Tío), escoltando la pick-up de Mike, quien venía remolcando su K 1200 RS. Se me hizo raro que Mike no viniera montando su nena. Nos rebasaron y se perdieron en una curva. Nosotros seguimos a paso rápido pero seguro (Gil no era tan loca como los otros para conducir... llámesele a esto virtud o defecto en una chica de su edad). Nos detuvimos en Tres Marías a comprar cigarros, y el escuadrón estaba ahí cargando gasolina. Salí del Civic de Gil y me encaminé hacia ellos para saludarlos. Después de los ceremoniales abrazos y los "hace años -meses- que no te veía", pregunté a Mike porqué no iba montado en su BMW...

- Es que, por un lado, me dio mucha hueva venirme en ella, y por el otro, la llevo para dejarla en la casa de Cuernavaca durante unos meses. - ¿Y eso? -respondí automáticamente-. - Voy a ir a atender los negocios de mi papá en Venezuela, y, la verdad, no quiero que ninguno de mis hermanos agarre a mi nena. - ¿Pero que no era suficiente dejarla en tu casa en México y guardar la llave en alguna caja fuerte? -bombardeé-. - No, créeme que la única arma que tengo contra mis hermanos es inducirles la hueva por venir a Cuernavaca por ella. Sólo quitándoselas de enfrente podré evitar que deseen poner sus asquerosas manos encima de ella.

No pude evitar soltar una sonora carcajada. Caminé unos pasos hacia el remolque y me bebí la belleza durante unos segundos. Todos se percataron de ello y comenzaron a gritarle a Mike que me dejara acompañarlos en ella. Mi reacción inmediata fue abrir los ojos casi a punto de sacarlos de sus órbitas y emitir un NOOOOOOOOOOOOOOO que salió desde lo más profundo de mis entrañas.

- Una cosa es que esté enamorado de la moto de este guey, y otra muy distinta es que vuelva a subirme a ella. Es demasiada máquina para mí y tú -volteé señalando a Mike- lo sabes más que nadie en el mundo.

Mike no pudo evitar reírse al recordar la cara de pánico que puse la primera vez que me subí a su nena... Esa moto era mi amor platónico. Mike me había tratado de convencer de comprarme una igual, pero no tenía el valor. Esos aparatos son tan bellos como mortíferos. Si, sabía dominarlos, pero mi precaución era mayor que mi necesidad de peligro.

- Vas -dijo Mike- Y no te estoy preguntando si quieres, te lo estoy ordenando.- Pero... balbuceé. - NADA. Vas. -terminó al mismo tiempo que me arrojaba las llaves-.

Volteé a ver a los demás, quienes reían victoriosos porque los acompañaría. No me quedó otra que tomar el casco -mismo que Mike ya tenía en las manos- y caminar hacia el remolque para bajar la moto. Ya Joaquín había comenzado a bajarla cuando me enfilaba hacia ahí. Gil y Ros se acercaron doblándose de la risa (habían alcanzado a presenciar la escena en el caminar desde la tienda hacia la gas-.

- ¿Entonces prefieres montarte en un aparato ruidoso en vez de contar con la compañía de dos bellas damas? -preguntó Gil sensualmente mientras se estrujaba a sí misma en mi cuerpo-. - ¡Que quieres que haga? -respondí- ¡Ustedes estaban demasiado ocupadas para defenderme de esta jauría de chacales! ...no me quedó otra que aceptar. Y emití una risa entre nerviosa y victoriosa. - Como quieras -escupió Gil un poco desilusionada- Pero si quieres pasártela bien esta noche, ¡deberás alcanzarme!

Eso sonó bastante tentador. Me animó. Una vez abajo la BMW, me monté en ella, la encendí y me encomendé a Dios. Gil y Ros regresaron al Civic, Mike se montó en su pick-up y el resto encendieron los motores. La gente que había 200 metros alrededor de nosotros volteó a ver cuando se dejaron sonar los motores de las Harleys. Todos Retomamos la autopista. Obviamente, los que íbamos en dos ruedas nos adelantamos. Nos topamos con un una pequeña sobrecarga de tráfico y fue donde nos alcanzaron. Astutamente, Gil se acercó a mí y comenzó a coquetearme. Yo le seguí el juego y cuando me levanté el parabrisas del casco para echarle un piropo, ella bajó a segunda y dio el arrancón quemando llantas. Los demás se acercaron a mi y me gritaron que no le permitiera vencerme. Acto seguido, aceleré disponiéndome a alcanzarla. Y la alcancé, no sin antes llevarme el susto de mi vida en una curva en la que un trailer invadía medio carril en mi sentido. Menos mal que tengo reflejos de gato, pues gracias a ellos pude hacerme a un lado y casi salirme de la carretera en el intento. Ya que llegamos a la entrada de Cuernavaca, nos enfilamos hacia la casa de Mike. Nos dimos un baño rápido, nos arreglamos y nos dispusimos a irnos a cenar. Ya Ros había llamado a la manada y habían quedado en que a las 11 de la noche nos veríamos en la entrada del antro. Eso nos daba suficiente tiempo como para llenar las barrigas -que ya se quejaban porque nadie había comido por salir temprano de sus trabajos-. Lu comentó sobre un restaurantito rústico que había descubierto días atrás, en una comida familiar. Nadie se resistió (cualquier cosa era mejor que papas y chicharrones). Mike sacó la Suburban de sus papás y todos nos subimos en ella. Emprendimos el camino hacia Taxco, ya que el restaurante estaba camino hacia allá. Unos minutos después ya estábamos todos estacionándonos en el lugar. Me fascinó. Ambiente cien por ciento campirano. Al acercarnos al umbral de la entrada, una guapa y elegante señora entrada en los cuarenta se dirigió hacia mí.

- Buenas noches, señores. ¿Vienen a cenar o sólo a tomar algo? -me preguntó-.- Así es señora. Aquí la damisela nos recomendó mucho su restaurante -respondí volteando a ver a Lu, quien se tomó la libertad de darme un sonoro zape en la nuca, ocasionando una sonrisa en la señora-. - Pasen por favor -terminó la mujer, guiándonos hacia adentro.

Había poca gente en el lugar, pero lucía bastante acogedor. La mujer ordenó a dos de las meseras -que no tenían mal ver- acomodar tres mesas para que cupiéramos todos. Yo me senté en la cabecera de la mesa orientada hacia la cocina. Los locos a los costados y las chicas y Mike del otro lado. Le pedimos a una de las meseras algo de beber y escudriñamos el menú. Todo se veía delicioso.

- Parece buena la recomendación, ¿eh Lu? -interrumpí mientras todos platicaban mientras veían el menú-.- Uta, y espérate a que pruebes lo que pidas -dijo el otro-.

Me sumí a revisar de nuevo el menú. En el inter, escuché la voz de una chica resaltar entre el resto, pero estaba tan concentrado que no le puse mucha atención.

- ¿Y tú ya sabes que vas a pedir? -me dijo la voz más hermosa que había escuchado en mi vida. No pude evitar dejar caer el menú y voltear a ver de dónde venía esa voz.

Volteé hacia mi izquierda y ahí estaba la mujer más hermosa que había visto en mi existencia. Su pelo negro daba hasta su cadera. Sus ojos tenían un negro profundo que hipnotizaba. Sus labios eran pequeños, carnosos, exquisitos. Su nariz era pequeña, bien proporcionada con su cara, la cual era ovalada. Sus cejas, semi-depiladas y delineadas con lápiz, contrastaban perfectamente con el blanco de su piel, cuya tersura se podía notar a simple vista. Me quedé idiotizado ante tal belleza. No se si fueron milisegundos, segundos, minutos u horas las que me le quedé viendo a los ojos.

- ¿Per... ahem... -aclaré mi garganta- ¿perdón? balbuceé. - Te pregunté que si ya sabes qué va a pedir -repitió-. Su voz, esta vez, retumbó en lo más profundo de mi ser. - Er... no... ¿alguna recomendación? -pregunté nerviosamente al notar la sonrisa que ella no podía disimular-. - Te recomiendo la perdiz en salsa de guayaba. Es mi donación al recetario de la casa -dijo suavemente, acercándose a mí para señalar la ubicación del platillo en el menú. La tenía a 30 centímetros de mi rostro y pude percibir la sutil fragancia de su piel, de su perfume, que inundó mi nariz, entró a mis pulmones y se fue directo a mi hipotálamo, de donde se esparció a todo mi cerebro. Tuve que parpadear varias veces para concentrarme en no brincar sobre ella y besarla. - Es... está bien, por favor tráeme eso... -miré al gafete que colgaba de su pecho- ...Rita. - Muy bien -dijo ella, incorporándose y dejando escapar de nuevo esa hermosa sonrisa- no te arrepentirás -terminó-.

Y la vi dirigirse hacia una de las meseras para darle a procesar las comandas. Ella vestía un coqueto conjunto formal color gris oscuro: un saco ajustado y una falda corta que permitían ver con divina claridad las curvas de su cuerpo, y unas medias de un tono bastante aproximado que dejaban ver sus perfectas piernas. Por esa vestimenta era obvio que no era mesera... parecía ser la hostess... pero... ¿y la señora? ¿sería la gerente o dueña y estaba cubriéndola mientras ella andaba en el baño o en algún otro lado? Ella me descubrió mirándola y tuve que voltear a ver hacia otro lado para evitar ser descubierto. Mi intento fue en vano, porque de reojo noté cómo ella se llevaba la mano derecha a la boca para ocultar la sonrisa de oreja a oreja que le había causado mi reacción. Al voltearla a ver sonriendo mientras me miraba, dejé salir una sonrisa de mis labios, rodeada de una cara de idiota que me salió sin esforzarme.

- Al -sonó una voz a mi derecha-. - ¡Casanova! -dijo Lu en voz alta-. Volteando mi rostro -mas no mis ojos, que eran prisioneros de el área donde ella había desaparecido, esperando encontrarla, respondí-. - ¿Ah? - ¡Voltea, cabrón! -dijo firmemente Lu, haciéndome reaccionar-. - ¿¡Qué!? -refunfuñé-. Todos estaban callados. No me había percatado de ello. Lu se acercó un poco más a mí y me hizo la seña de que hiciera lo mismo. Todos lo hicieron también. - Guey... la señora que nos atendió es la dueña del lugar. La chica que nos atendió... - ¿Rita? (interrumpí). Un "¡EA EA EA!" salió de las bocas de todos, burlándose de mí. - ¡Ssshh! -interrumpió Lu- ...si, Rita, es su hija, y creo que la flechaste, galán... has de saber que... - Ya chole, ¿no? -lo detuve ántes de cualquier advertencia estúpida-. Me vale madre lo que sea, esa niña está muy guapa, me fascinó, pero no pienso hacer nada más al respecto.

Todos se burlaron de mi, y comenzó la discusión entre el "Aquí hubo amor a primera vista" y el "chinguen todos a su madre" entre gritos y carcajadas. Las meseras vinieron a traer los platos y todos comimos. Esa perdiz estaba verdaderamente exquisita. Terminamos todos con la cena, y después de varios "no mames, que rico estaba esto" al unísono, pedimos otras bebidas y sacamos los cigarros. Estábamos inmersos en la plática cuando escuché de nuevo a Rita. Parecía que había tronado en el cielo, puesto que al escuchar todos su voz se quedaron callados. Yo al oirla volteé de inmediato a verla -no sin antes descubrir que era víctima de las miradas de todos, que estaban esperando a ver cómo reaccionaba-. Al ver su rostro por segunda mes en dos horas (que parecieron ser dos años) cambié de opinión y me dispuse a jugar mi mejor carta.

- ¿Perdón? -dije a Rita una vez que todos se callaron-. Ella sonrió de nuevo.- ¿Que te pareció la perdiz? -preguntó de nuevo-. - ¡Excelente! -repliqué entusiasmado-. ¡Tienes que pasarme la receta! -ataqué-. - ¡Claro, cuando quieras! -me dijo ella-. Si quieres y tienes tiempo, te la puedo pasar un poco más tarde, ya que cerremos el restaurante -atacó ella, demostrándome que de cazador me había convertido en presa-. Una gota de sudor quiso correr por mi sien, y muy disimuladamente la maté en el intento. - Bueno, -aproveché- tenemos una mesa reservada en El Alebrije... si no tienes planes para... - ¡Me encantaría acompañarte! -me interrumpió, y mi cara brilló más que el sol-. - ¡Perfecto! -exclamé- ¿¡A qué hora y a dónde paso por tí!? - ¿Van directo a salir de aquí? -me cuestionó-. - Si, sólo pagamos la cuenta y otros amigos nos estarán esperando allá. - Perfecto. En cuanto salgan pasa por mí, aquí estaré esperándote en la recepción. - ¡Genial! -celebré-. ¡Te veo afuera!

Ella dio la media vuelta, se acercó a la señora que nos había recibido y comenzó a hablar con ella. Para no presionar, volteé la mirada y por segunda ocasión, todos estaban mirándome, pero ahora con cara de "¿no que no?". Lu quizo decirme algo, tenía una expresión de "guey, no mames... no tienes ni la más remota idea del mujerón que tienes en tus manos", pero antes de que emitiera la primera constante, lo señalé y le dije "cállate". Gil me miraba con unos ojos de "bueno, creo que ya no se me hizo contigo" mezclados con "pinche vieja... ¡me ganó!" y "no puedo ocultar que estoy celosa, pero me aguanto". Rita, después de hablar durante un par de minutos con la señora, desapareció. La señora se acercó sonriente hacia nosotros, nos preguntó amable y alegremente si todo había sido de nuestro agrado. Nosotros alabamos a su cocinero, nos comentó el orígen de las recetas -haciendo incapié en la de Rita-, seguimos alabándola, y al final nos preguntó si queríamos algo más. "Sí, la cuenta por favor" fue la respuesta. Acto seguido la señora se dirigió hacia la mesera más cercana, dio la orden, se despidió cortesmente deseándonos buena noche y desapareció. Pagamos la cuenta y nos levantamos. En el camino a la salida, todos se adelantaron menos Mike y yo, que veníamos discutiendo sobre la BMW. Al acercarnos al umbral de la recepción, Rita estaba ahí, luciendo un impecable vestido negro ajustado. De milagro no me desmayé.

- Ya estoy aquí. -dijo Rita- Pedí permiso de salir antes. -Terminó dejando escapar una sonrisa de sus labios.

Le extendí mi brazo, del cual ella se colgó. Todos se acercaron en plan de "por lo menos preséntala formalmente", cosa que hice de inmediato. Todos demostraron el entusiasmo que traían siendo amables, corteses, educados y alegres con ella -incluyendo a Gil, que parecía haber dejado los celos en la silla-. Seguimos caminando a la Suburban. Yo iba mirando hacia el suelo tratando de evitar comérmela con la mirada y hacer un oso. Lu y Ros se disponían a sentarse al frente. Mike, con un sonoro "¡Eh! ¡Sáquense para atrás!" los hizo cambiar de trayectoria. Mike abrió la puerta a Rita, haciéndole una caravana. La ayudó a subir y a mi me dió una nalgada antes de cerrar la puerta y abrirle al resto. Esa noche de antro fue la mejor que he tenido en mi existencia. Rita no sólo era una niña bellísima, también era una bailarina experta. Ella y yo nos convertimos en el centro de atracción del antro. Pareciera que ella emitía una especie de brillo que obligaba a todo mundo a voltear a verla. Incluso varios tipos se acercaban a invitarla a bailar -cosa que como a todo hombre, me ocasionaba celos-, pero ella los bateaba de la manera más incitante que había: pegándose a mi cuerpo y envolviéndome en sus brazos, al tiempo que decía "no, gracias, a mi novio no le agradaría", cosa que enaltecía mi vanidad, me sacaba de onda y me indicaba un "ya se me hizo" al mismo tiempo. Hubo ratos en los que nos separamos de la manada y estuvimos solos platicando en un rincón en el que se pudiera. Y en uno de esos momentos, alejados del bullicio y la gente... nos besamos... nos acariciamos... y sin decir una palabra, nos fuimos a su depa. Como buen caballero que soy, no puedo decir una palabra de lo que sucedió estando ahí. Eso lo dejo a tu imaginación. Sólo puedo decirte que tuve el honor de ser el primer hombre en su intimidad. El sol, al entrar por la ventana, me hizo abrir los ojos. Era ya entrada la mañana del sábado, y yo la tenía todavía en mis brazos. Al verla, comencé a acariciarla, a besarla. Ella, semi-dormida, respondía a mis caricias y a mis besos abrazándome más fuertemente y sonriendo. En algún momento abrió los ojos y, mirándome fijamente, me dijo:

- Creo que había perdido el tiempo.

No pude evitar poner cara de interrogación y curiosidad por lo dicho. Ella detuvo mi intento por abrir los labios para preguntar el porqué al tapar mi boca con sus manos.

- Verás... -continuó- Toda mi vida me la he pasado viajando, conociendo gente, conviviendo con ella, cumpliendo con mi misión en la vida, pero nunca me había detenido a llegar a este grado. Ahora sé de lo que me había perdido.

Mi corazón latía fuertemente... pensé que se saldría de mi pecho. Y es que nadie me había dicho algo así. Todas las mujeres con las que había salido eran sólo relaciones fortuitas, uno que otro noviazgo corto, pero nada en serio, nada sólido. Ella sigió diciéndome de su vida, de lo que había pasado, de que nunca había tenido novio, de que nunca había querido intimar con un hombre por lo complicado de su vida. Mi mente trabajaba al paralelo, entre escucharla y tratar de comprender lo que me decía. Parecía que tenía en mis brazos a una mujer de edad muy avanzada, con una experiencia en los menesteres de la vida que el viejo más sabio del mundo envidiaría fácilmente. Pero al ver la tersura de su piel, lo juvenil de su rostro, y al sentir en mis manos la perfecta curvatura de su cuerpo, me daba cuenta de que tenía a mi lado a una mujer joven, de mi edad, que tenía un coeficiente intelectual y un conocimiento humano que no pensé que existieran.

- Yo se perfectamente que tú tampoco has tenido suerte con tus parejas -escuché salir de sus labios, cosa que hizo que todas las tareas que mi mente procesaba al paralelo fueran suspendidas y toda mi atención regresara a lo que oía-. - ¿Cómo puedes saber eso? -repliqué-. - Se más de tí de lo que te imaginas -respondió con un tono de seguridad en lo que decía-. - Lu me comentó que ya había ido a comer ahí... ¿acaso él te comentó algo de mí? -interrogué-. - No, a él ya lo había visto, así como a todos tus compañeros, pero yo sola sé de tí. Sé de todos los seres vivos de este planeta.

Al oir eso me quedé perplejo. No estaba seguro de qué hablaba pero algo dentro de mí me decía que era cierto. Por un milisegundo pensé que tal vez ella estaba loca o era una mitómana, pero ese algo dentro de mí descartó esa idea de inmediato.

- ¿Qué quieres decir exactamente con eso? -inquirí de manera directa, mas no agresiva-.- Que yo no soy lo que parezco. -aclaró- Verás... yo no pertenezco a tu especie. No soy lo que tú eres. Yo soy algo que viene de otra fuente y tiene una misión que muchos podrían considerar desagradable. Es por ello que te conozco, porque te he visto desde que naciste. Siempre he estado ahí, en tu vida. He estado observándote siempre, así como al resto de los seres que habitan este mundo.

Yo no podía emitir una palabra. Estaba paralizado. Por un lado, me sentía aterrorizado, con ganas de levantarme y salir corriendo. Por otro lado, una punzada en la cabeza me impedía levantarme. Sentía mi cuerpo adormecido. Podía moverme, pero parecía que mi cuerpo se negaba a obedecer a mi mente al imaginarme levantándome. Decidí concentrarme de lleno en escuchar todo lo que ella decía.

- ¿Quién eres? -interrogué un poco asustado- ¿Porqué me dices todo esto? ¿Qué quieres de mí?- Me he enamorado de tí. -respondió ella, haciendo que me derritiera en el colchón y arrancándome un leve suspiro- Desde hace varios años me di cuenta de que me había enamorado de tí, y esperaba la oportunidad de poder tenerte en mis brazos. Jamás me había sucedido y jamás debí hacerlo, pero pudo más mi corazón. Desafortunadamente, no puedo tenerte conmigo como yo quisiera, puesto que pertenecemos a mundos distintos. Tú debes regresar a lo tuyo y yo a lo mío.

Una enorme tristeza inundó mi corazón. Ya comenzaba yo a pensar que había conseguido a la mujer de mis sueños, pero parecía ser que algo no andaba bien. Por un lado, todas esas cosas extrañas que me decía sobre no pertenecer a mi especie (lo cual parecía indicar que ella pudiera ser de otro planeta), me tenían estupefacto. Por el otro, esa energía que ella transmitía, que me hacía sentirme bien al tenerla a mi lado, y esa belleza indiscutible, me atraían mucho más hacia ella. Abrí la boca para decir "Me gustaría que intentáramos algo", pero ella pareció leerme la mente. Se acercó a mí, me dio un tierno y profundo beso, se quitó la sábana de encima y se levantó a sacar una bata del clóset.

- Es tarde -dijo mientras se arreglaba el pelo- Ambos tenemos que regresar. - ¡Cierto! -exclamé al notar que era casi el medio día-.

Pegué un brinco hacia el suelo y pareciera que este se me movió. Sentí como si fuera a caerme. Ella, al notarlo, se acercó a mí. Eso fue más que suficiente para sentirme mejor -cosa que se me hizo muy extraña-. Tomé mi ropa y me vestí en lo que ella se daba un duchazo. Al salir ella del baño, yo ya estaba listo para retirarme. Me acerqué a ella, retiré la toalla de su cabeza y la tomé de la cintura.

- Yo pensé que no existía el amor a primera vista -dije suavemente- - Yo tardé años en saber que existía -dijeron sus labios antes de fundirse con los mios en un prolongado beso-. - ¿Nos volveremos a ver pronto? -pregunté con la esperanza de escuchar un "si" como respuesta-. - Puedes apostar tu vida a que sí -respondió guiñándome un ojo en una expresión coqueta-. Sólo que tomará algo de tiempo. - Pero necesito por lo menos saber tu teléfono -ataqué tratando de no ser bateado-. - Eso no será necesario -respondió matando mis esperanzas-. Yo estaré ahí en el momento en el que pienses en mí. - Lo entiendo perfectamente -sollozé-. Gracias.

Ella se adelantó hacia la puerta, y yo la seguí a paso más lento. Cuando abrió la puerta, una luz muy brillante entró por el umbral. Era obvio que el sol estaba dando su máximo esplendor. Antes de acercarme al umbral, me le quedé viendo fijamente. Quería memorizarla por completo. Me quedé contemplándola unos cuantos segundos antes de salir y caminar hacia la acera para tomar un taxi.

- Adiós Al. -dijo tiernamente- Gracias por haberme hecho sentir lo que nunca pensé que sentiría. Te llevaré siempre dentro de mi corazón. Se feliz. - No, gracias a tí por haberte aparecido en mi vida -agradecí-.

Me acerqué a ella y la besé por última vez. Miré en sus negros ojos por última vez. Toqué sus labios con mis dedos por última vez. Al mirar hacia la calle, me quedé atónito. Algo andaba mal. De frente no tenía la calle, sino en un quirófano, y un equipo de gente tratando de resucitar a alguien que yacía en la cama. Mi corazón latía a mil por hora. El tiempo parecía correr más lento para esa gente que para nosotros, cosa que mi cerebro trataba de entender sin conseguirlo. Los gritos de los médicos, sus movimientos, el abanicar de sus párpados parecía tomar una severa cantidad de segundos. Era como estar viendo una película en cámara lenta.

- QUE... ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO? -balbuceé-. - Ese eres tú -respondió Rita. Su voz había cambiado, sonaba con una reverberación fantasmal-. No hay tiempo para explicaciones. Ve y recuéstate en la cama.

Yo estaba paralizado del terror. Sabía que lo que estaba pasando no era normal. Pensé que estaba soñando, pero no, los sueños son muy distintos. Esto era REAL. Volteé a ver a Rita. Una luz blanca muy brillante se desprendía de su piel. Ella me miraba con una expresión de amor en sus ojos, y una sonrisa que me inspiró mucha paz, pero seguía sin comprender la situación.

- Anda, apúrate. Ya es tiempo de regresar -dijo ella. Su voz invadió hasta el rincón más recóndito de mi ser-.

Comencé a caminar hacia la cama. Cada paso que daba sentía mi cuerpo más ligero, como si flotara. Me miré a las manos y noté que mi cuerpo era semi-translúcido, como si fuera una masa de gas en vez de carne y hueso. Volteé a ver a Rita y un hermoso par de alas habían surgido de su espalda. Su mano derecha ya no estaba recargada en la puerta, sino en una hoz dorada. Fue cuando entendí quién era ella realmente.

- Entonces, ¿tú me llevaste hacia tí? -le pregunté, dejando notar mi comprensión por las cosas-.- Si. -respondió ella- Pero no te preocupes, todo estará bien. Al regresar a tu cuerpo olvidarás que esto sucedió. - ¡NO! -grité- ¡No quiero olvidar lo que pasó! ¡No quiero regresar! ¡QUIERO QUEDARME CONTIGO! - Eso no es posible -respondió ella dulcemente- No puedes estar conmigo puesto que yo debo seguir mi misión y tú tienes muchas cosas que hacer en este mundo antes de que finalmente venga por tí. - Pero... ¡tú me amas, y yo te amo! ¿acaso eso no importa? -supliqué-

Rita se acercó a mí, flotando en vez de caminar. Al entrar, la luz que desprendía de su cuerpo se dejó notar en toda la habitación. Se detuvo a escasos centímetros de mí, me tomó de la barbilla y con su angelical voz me dijo:

- Si, importa tanto que una parte de tí se quedará conmigo y la otra regresará contigo. Igualmente, una parte de mí se quedará en tí. Eso nos mantendrá unidos hasta que tengas que partir. No tengas miedo, que siempre estaré cuidándote. Cuando te sientas solo, sentirás mi presencia cerca de tí, llenándote de calor. Piensa siempre en mí y ahí estaré a tu lado. Ahora, recuéstate y cierra tus ojos. Es tiempo de regresar.

Una lágrima escapó de su ojo derecho, recorriendo su mejilla. La tomé con mis labios y la bebí antes de que cayera al suelo. Di la media vuelta y vi mi cuerpo, y los lentos movimientos de los médicos intentando revivirme. Me senté sobre la cama y giré levantando mis piernas sin quitar la vista de Rita, quien me miraba con tristeza y ternura. Me recosté finalmente sobre mi cuerpo, y antes de tomar la misma posición, volteé a verla por última vez. Ella llevó una mano a sus labios, la besó y sopló el beso hacia mí. Yo hice lo mismo. Giré mi cabeza hacia arriba y cerré mis ojos. En fracción de segundos noté que el sonido a mi alrededor tomaba su velocidad normal al mismo tiempo que yo perdía la consciencia. Abrí los ojos y la borrosa imagen de una enfermera se dejó ver. Un "¿Se encuentra bien?" sonó cavernosamente en mis oídos. Cerré los ojos de nuevo y al abrirlos, vi; la cara de la enfermera con más claridad.

- ¿Que me pasó? -interrogué de inmediato-.- Tuvo un accidente la tarde del viernes -respondió la enfermera-. ¿Recuerda? Usted venía en una moto con unos amigos y en una curva se le atravesó un trailer que lo hizo salir hacia el precipicio. - Si... recuerdo lo del trailer... -informé- pero yo pensé que... - Sufrió una fractura en el cráneo. -interrumpió la enfermera- Gracias a Dios que sus amigos venían cerca y lo trajeron de inmediato al hospital. Perdió mucha sangre, y casi se nos va en el quirófano. De puro milagro no cayó en coma.

Esas palabras me fulminaron. Recargué mi cabeza y emití un profundo suspiro. Todo me daba vueltas.

- ¿Cuanto tiempo estuve inconsciente? -inquirí-.- Todo. -respondió la enfermera- Desde la tarde del viernes hasta hoy. Estuvo más de 48 horas en el quirófano. Anoche salió casi a media noche y lo trajimos hacia cuidados intensivos. Ha estado bajo vigilancia toda la noche. Gracias a Dios que despertó hoy.

Alguien tocó la puerta y la enfermera acudió al llamado. La voz de Gil se dejó oir del otro lado, y al abrir entraron en fila india ella, Ros y Mike.

- ¡Hola corazón! -dijo alegremente Gil- ¿Te sientes bien?- Eso creo -reí- Me siento como si me hubiera atropellado un trailer.

Una sonora carcajada salió de la garganta de cada uno -incluyendo a la enfermera-.

- No te preocupes, que le tomamos las placas -informó Mike-.- Si, y ya lo metimos al tambo -añadió Ros-. - Menos mal -dije victoriosamente-. - Todos están allá afuera esperando a saber de tí -comentó Gil- Hemos estado todo el tiempo en espera de que recuperaras la consciencia. - Creo que les eché a perder el fin de semana -dije lastímeramente-. - No mames guey -dijo Mike enérgicamente- Para nosotros eres más importante tú que cualquier pinche antro. - Es bueno saber eso. -agregué- Aunque creo que me endeudé contigo, mi querido Mike. - Para nada. -aclaró- Nomás me debes el deducible del seguro, pero como tu operación va a costarte un ojo de la cara, nos podemos olvidar de eso. - Gracias, amigo. -terminé-.

Fue un buen rato el que estuvimos platicando antes de que la enfermera los corriera a los tres. Todos tenían que regresar al D.F. a seguir con sus cotidianas labores, pero me prometieron estar en contacto constante hasta que pudiera ser dado de alta. Dos semanas después, me recuperé. Todos vinieron de regreso a recogerme y llevarme de regreso al D.F. Tardé unas semanas más en recuperarme al cien por ciento y reintegrarme a mi trabajo. Hace ya un año que esto sucedió. Durante todo este tiempo, he estado sintiendo que alguien está conmigo, a mi lado. Todas las noches, sueño siempre que tengo a un hermoso ángel que carga una hoz dorada en una mano y me toma a mí de la otra, acompañándome en el caminar de mi vida. Cuando me siento solo, pienso en ese ángel y su rostro se dibuja claramente en mi mente, sonriéndome. Cuando me habla, siento cómo sus palabras invaden cada célula de mi cuerpo y me llenan de paz, tranquilidad y alegría. Ese ángel me ama tanto como yo le amo, y ese amor mutuo me hace recordar esas increíbles horas que transcurrieron en segundos mientras estuve muerto, y que han dejado una parte de mí añorando a que todo suceda otra vez. Pero como ella me dijo... todavía me quedan muchas cosas por hacer, cosas que vivir, risas que compartir, amigos que cuidar, hasta que, al final del tiempo, venga por mí y me lleve con ella, para convertirnos en lo que ambos hemos deseado siempre: ser uno solo.

Documento originalmente publicado en whitepuma.net en mar 20, 2001.

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