Sangre, leche y cielo

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Lo único que recuerdo antes de quedar en blanco es a Mirella entrar en la habitación y gritar mientras corría hacia mí... Y me sumerjo en mi sueño.

Las sirenas cantan una triste canción acerca del amor perdido y el incontrolable deseo orgásmico, mientras la mancha negra sube por mi espalda, disolviendo mis sueños y cortando mi carne. Los ojos se abren en la oscuridad iluminando mi cuerpo y las manos vacías entran en mi alma y no paran hasta destrozarla.

Los animales susurran intoxicando la noche, la luz se va poniendo tenue y al final del túnel puedo ver la lluvia caer creando un mar de sangre, leche y cielo; a lo lejos en el horizonte puedo ver a los perros de guerra aproximarse como aves carroñeras sobre su presa y comienzo a correr como condenado, tratando de escapar de mi propia pesadilla, mientras siento a mi cuerpo dar un último respiro, caigo en un abismo y me sumerjo en un mar de desolación y escucho a Dios decir que él es el único camino, y después de lo que he visto me cuesta tanto creer en su propósito, así que le doy la espalda y lo maldigo.

Golpeo el suelo con mi rostro y puedo, de alguna forma ver mi cuerpo que yace en un pesebre y está siendo bautizado con agua de muerte, de pronto alguien entra y me habla, pero no puedo escuchar lo que dice, tan sólo veo humo en el horizonte y siento que mi vida se ve extinguiendo, alguien me toma de la mano y no puedo resistirlo, tan solo me dejo llevar y mientras soy remolcado voy viendo llorar a mi madre y a un ángel morir y caer del cielo.

Ya no siento dolor ni miedo, tan solo soy incapaz de sentir algo aparte de la paz que siento al ser arrastrado por ese alguien. Una voz me dice que reaccione y siento un pinchazo en mi brazo, alguien frente a mí grita y me pregunta si puedo escucharlo y otro dice que está funcionando. Yo no siento dolor, mientras voy reaccionando, abro los ojos y puedo ver gente disolviéndose, los veo borrosos, sus labios se mueven pero no puedo escuchar lo que dicen. De pronto vuelvo a sentir esa paz que me abandonó por un momento y una luz a mi lado empieza a crecer, me doy vuelta, y todo oscureció y comencé a sentirme vivamente muerto.

Puedo sentir que alguien me toma de la mano dándome la paz que suelo sentir, abro mis ojos y es mi madre, le pregunto donde estoy y con lágrimas en los ojos me dice que estuve muerto por un minuto y que regresé a la vida. La sensación de estar vivamente muerto se disolvió.

No pasó mucho tiempo para que el Arcángel me lleve hacia la oscuridad.

Era una tarde de febrero cuando todo se tornó oscuro y sentí el peso de mis pestañas. Todos lloran porque creen que sufro, pero ellos no saben que no temo a la muerte, pero que siempre quise su llegada a mi vida. Mi madre, Mirella, y Paco están a mi lado, trato de hablarles pero no puedo. Quisiera decirles que no duele, es mas, no siento nada más que sueño, quisiera decirles que no lloren, que estoy bien, que la muerte no es el final, es sólo una puerta más para salir y seguir existiendo. Pero no puedo, no puedo hablar, tan sólo los miro ahí llorando junto a mi cuerpo postrado en esa cama... ¿Quién es el hombre que entra y abraza a mi madre? No logro ver bien desde aquí...

Es mi padre, ¿vino a verme? ¡sí, vino a verme! ¿me quería, o sólo se sintió culpable? Después de todo, es esa la duda que me llevo.

Siento que me desvanezco... y a lo lejos puedo oír a Mirella cantar nuestra canción favorita:

"Good bye cruel world
I’m leaving you today
Good bye, good bye, good bye.
Good bye all you people
There’s nothing you can say
To make me change my mind
GOOD BYE..."

Documento originalmente publicado en whitepuma.net en ene 30, 2004.

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