Nuestro juramento (parte uno) ein großer Tag, um zu lieben

Enlace permanente Reportar al webmaster

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que fui a verte, ¿recuerdas? Hablamos de muchas cosas, algunas tristes y otras agridulces. Me cuesta mucho estar sin ti, ¿sabes? No entiendo el porqué, no me resigno a no verte más, mi cuerpo aun no asimila tu ausencia, y no acepto el hecho de que te haya perdido para siempre. El vacío que llevo dentro es muy grande, y cada noche en la que te dedico mis lágrimas y mis plegarias, puedo sentir cómo la soledad me consume. Mi soledad crece a cada momento. Dime ¿cuánto más debo esperar para poder ver tu rostro otra vez? ¿Cuánto más tengo que aguantar para poder volver a tus brazos, otra vez? Mucha gente me dice que me apoye en Dios, pero ¿para qué? si él siempre ha estado conmigo, Dios nunca me ha fallado, siempre está ahí para quitarme todo lo bueno que puedo tener.

¿Sabes?, la vida sin ti es muy dura, este mundo es muy grande para vivirlo sin ti, no sabes la falta que me haces, me siento perdido, sin rumbo. No tengo ya razón por la cual reír. Hoy se cumplen seis años desde la última vez que te besé; lo recuerdo como si fuera ayer, tus labios parecían de papel y con lágrimas en los ojos me dijiste ’nos vemos mañana’, pero nada salió como esperábamos, Dios para variar tenía otros planes...

Yo tan sólo espero la noche que caiga dormido y amanecer junto a ti donde quiera que estés... Al fin y al cabo, cada vez que miro tu foto, la única verdad en mi, es que te sigo amando...

Alfredo

 

Otra carta más para el olvido, ya han pasado seis años y aun le escribo, diablos, lo tengo aquí dentro y lo siento como si aun lo viviese...

 

Por fin llegamos, esta gira ya se hace pesada -digo, mientras nuestro bus se estaciona en la puerta del hotel y nos apresuramos en bajar para recoger nuestro equipaje–. Chino, –digo– ayúdame con esta huevada. ¿Qué, tanto te pesa? –responde–. Ayúdame nomás –le digo–.

Una vez dentro del hotel, nos repartimos las habitaciones, a mí me tocó con Randy y con otro compadre que no recuerdo el nombre. Al día siguiente, salimos a hacer ejercicios de preparación para los partidos.

Mientras el bus nos lleva...

Mira huevón, –le digo al chino– qué tal cuerpito el de esa flaca. A lo que el chino responde: Carajo, tendremos que sacrificar algunas, en nombre de la raza masculina... –Nos miramos y nos morimos de la risa–.

Llegamos al lugar de entrenamiento y oh sorpresa, la delegación de Ayacucho está entrenando en el mismo lugar, la selección masculina y femenina juegan entre sí, pero lo dejan de hacer a nuestra llegada.

Primero lo primero. –dice Piero– Hagamos el reconocimiento del ganado, me dijeron que las ayacuchanas te dejan sin cintura. El chino se me acerca y me dice: Oe Miau, tú que dices, ¿las jodemos a estas mamis? Pero no pude responder, estaba impactado, perdido, idiotizado, con la baba cayendo de mi boca... Estaba hecho un imbécil.

Oe imbécil –grita Diego–.

¿Qué mierda quieres? –respondo por inercia–.

Contesta pe huevón, ¿las jodemos o no?

Sí, sí, sí, lo que ustedes digan –respondo–.

Ajá huevón, jajajaja, el angelito ese te ha dejado cojudo...

No seas pendejo, ¿qué hablas? Sólo estaba haciendo el respectivo reconocimiento del ganado –contesto en forma automática–.

Pero en el fondo Diego tenía razón, ese angelito me había impactado, había algo en ella que la hacía diferente a todas las demás, ella brillaba y sobresalía entre todas las demás, pero tenía que callar, tú sabes, la reputación de pendejo y perro me la había ganado con el sudor de la frente, y a costa del sufrimiento de muchas mujeres, como para aceptar que aquella mocosa sin hacer el mínimo esfuerzo la destruyera. Así que me dije: na, na, na, este sólo fue un lapsus estupidus, hay demasiadas mujeres en el mundo y una sola vida para conocerlas a todas, así que no me detendré en una de ellas...

Miau ¡despierta! Hay que entrenar –me dice Luis–.

Al terminar el entrenamiento, decidimos regresar caminando al hotel, de esa manera conoceríamos mejor la ciudad y como es obvio, también conoceríamos a sus mujeres. Ya de camino al hotel, nos cruzamos con un grupo de chicas. Una de ellas, recuerdo, era de mi total aprobación, y pensándolo bien, podría ser candidata a futura madre de mis 15 hijos, así que procedimos con el ritual más antiguo, con el que el hombre se asegura de perdurar... "la cacería".

Todos sacamos nuestro repertorio:

Diego: Ricura, si así estás de verde, como estarás de madura.

Luis: Hey carnecita, si cocinas como caminas, ven cásate conmigo.

Víctor: Hey mami, porqué no vienes y le muestras esas cositas a papi.

Diablos, –pensé– estos niños aprenden rápico, ¿ahora cómo mierda supero eso? –No había terminado de conjugar las palabras que harían que las frases de mis brothers fueran obsoletas, cuando ellas se acercaron–.

Vamos a ver si son tan habladores al tenernos cerca –dijo alguna de ellas–. Pero claro que sí mi amor –dijo Víctor–. La futura madre de mis hijos se me acerca y mirándome directamente a los ojos me dice:

Y tú, ¿no me dices nada?

¿Yo? –regalada, eso te diría, pensé–.

Pero mi amor, qué te puedo decir, si cualquier cosa que te diga, no daría crédito a tu belleza.

Gracias –contesta vencedora–.

Pero espera un momento, estás preciosa, pero sabes, algo te falta, te falta llevar algo encima, para que estés realmente perfecta. Ella me mira intrigada, como tratando de adivinar qué es lo que estoy tramando.

Pregunta, que te falta, estúpida –pensaba yo–.

Ah sí, ¿y qué me falta?

Sonriente le contesto: Lo que te falta llevar encima para que seas perfecta.

¿Sí, qué es? –interrumpe–. Pues lo que te falta llevar encima para que estés perfecta, soy yo, pequeña tonta. Y luego dije: vámonos señores, no perdamos el tiempo con estas pirujas engreídas, pobres estúpidas...

Ya en el hotel, nos dimos con la sorpresa, nuestra selección femenina había llegado. ¡¡¡Al ataque!!!

Alfredo pásame el azúcar –me dice Karlis–.

Pero por supuesto mami –ella sonríe coquetamente–.

Ay Diosito, ¿cómo quieres que juegue bien, si pones tanta carnecita alrededor?, ¿qué no sabes que necesito estar concentrado? –pienso–.

Oye, oye, ni en el desayuno dejas de ser tan perro ¿verdad? Dime ¿ya encontraste a alguna chica?

Pero amor, si la única en mi vida eres tú –le digo cariñosamente, dándole un beso que rozó con su boca–.

Sí, seguro. –responde– Para que tú seas fiel, tendrías que volver a nacer.

Ja, ja, ja, cómo me maltratas amor; bueno, termina tu desayuno y vamos a entrenar.

Ajá, los dos solitos desayunando, seguro que Miau ya te está pintando flores. –dice Víctor– No le creas nada de lo que te dice, lo mismo le dijo ayer a unas pirujas que nos encontramos por ahí.

Ese es mi amigo Víctor, siempre tan imbécil –le digo, mientras le doy unas palmaditas en la espalda–. Karlis sólo sonríe y nos dice: Bueno, vamos a entrenar, este clima me está haciendo olvidar como jugar básquet.

Una vez en el campo...

Mira, mira, jajaja, hey, hey todos, miren, es el angelito que ayer dejó como imbécil a Miau –grita Diego–.

Entrenarán con nosotros hoy –me dice el chino–.

’Tás bien huevón, cómo vamos a entrenar con ellos.

Eso me dijo el D.T. Además ¿qué? ¿O es que les tienes miedo a esos? Jajaja, ¿o es que el angelito ese te hace temblar? Oe Miau, ¿no te estarás empezando a enamorar a primera vista?, ¿no verdad? Tú enamorado, jajaja eso tengo que verlo.

Na’ que ver, ¿enamorado yo? No seas imbécil, mejor vamos a entrenar en vez de estar hablando estupideces.

Nos reunimos las dos delegaciones en medio del campo.

Muy bien muchachos, hoy entrenaremos con la delegación de Ayacucho, los equipos femeninos entrenarán con el profesor Jesús en esta cancha, y los chicos conmigo en la otra cancha.

Yo hacía caso omiso de lo que el D.T. decía, tan sólo la observaba, era bella, su pureza se reflejaba en su piel blanca, su ojos... Oh Dios, sus ojos me recordaban al alba más hermosa que jamás he visto, era un ángel que Dios dio forma con sus propias manos... ¡Carajo! se dio cuenta que la observo, disimula, imbécil, disimula...

Hey Romeo, despierta.

¿Qué pasa chino?

Ya escuchaste al profe, vamos a la otra cancha a entrenar con los cholos estos, tu angelito entrenará con las chicas en esta cancha.

Mi ángel... daría diez años de mi vida por saber su nombre.

Qué hay de comer, morimos de hambre. –grita Luis, en la cocina del hotel– El entrenamiento con esos tíos estuvo fuerte. Hey Miau, ven siéntate en mi mesa...

Espera, me lavo las manos y voy. –No había terminado de hacerlo cuando el equipo femenino entró–.

¡Ajá! Los galanes están de suerte. –dice Karlis– Hay flacas preguntando por ustedes.

Clásico –respondo reflejando mi egocentrismo–.

Hay una flaquita, de cabellos claros, blanca de ojos bonitos, preguntando por uno de ustedes –dice Johanna–.

Es el angelito –dice Víctor–.

Mi ángel –pienso– ¿pero preguntando por quién? El que se atreva a tocarla es hombre muerto. Además, cómo puede preguntar por alguno de ellos, son todos unos perros y yo, yo, ’ta mare, yo también, pero no, yo cambiaré...

Adivinen por quién –sigue–.

¿Por quién? Por el Miau no creo, jajaja... –dice el chino–.

No, por él no, no le gustan los de cabellos rojos –responde inmediatamente–.

Yo la miro, esperando que diga el nombre del futuro muerto.

Mejor los dejo en suspenso, jajaja.

Maldita Johanna, tengo que sacarle la información, pero debo ser cuidadoso, no puedo ser obvio.

Después de un buen rato, Johanna se me acerca.

Hey, ¿en verdad te gusta el angelito?

¿Por qué? –respondo–.

Bueno ps, he visto cómo la mirabas en la cancha y parece que sí, pero como eres un perrazo, mejor te pregunto.

Na, ’ta careta la flaca, pero no hay más, no pasa nada.

Qué pena, entonces le tendré que decir que no te interesa.

Yo no dije eso... –diablos, no ser obvio, ¿recuerdas?– quiero decir... ¿qué te dijo?

Nada, simplemente que le gustabas y nada más.

¡¡¡Eso te dijo!!! Dime más, vamos, qué esperas dime, dime...

Hey, tranquilo, ¿no que no? Jajaja, hombre tenías que ser, dime ¿te gusta o no?

Carajo, qué hago, esta mocosa me puede estar mintiendo, tan sólo por sacarme información y después cagarme con sus amigas, ¿qué hago? A la mierda, me arriesgo –pienso–.

Ok, sí me gusta un poquitito.

Perfecto, entonces, esto es lo que vas a hacer: hoy en la noche las chicas y yo nos encontraremos con Mirella y sus amigas en la disco...

Mirella, ese es su nombre –grito–.

Presta atención, tú y tus amigos los perros tienen que ir también, cosa que ahí te presento a Mirella y a tus amigos los perros los presento a las chicas, ¿ok?

Perfecto, entonces esta noche la conoceré...

Documento originalmente publicado en whitepuma.net en feb 10, 2004.

Nadie ha calificado esta entrada.
¡Califícala ahora!
Resultados: 0 puntos • Promedio: 0.000