Víctor!!!! - gritó mi padre. Qué raro, no hay fuego, no hay humo, no hay Víctor, no hay nada, sólo está la ventana abierta, seguro que por ahí entró el humo de otro lugar.
Aquí!!! aquí!!!, padre!!! - gritaba yo en el espejo.
Y aunque mi voz sonaba fuerte y con un eco cavernoso, repercutiendo increíblemente en el vacío, nadie me oyó. Nadie. Es raro estar aquí, sin frío, sin calor, ni nada. Ni hambre, ni sueño, sólo angustia, y las paredes blancas que ni siquiera existen y que puedo traspasar. Gente que tampoco me ve y que se asusta cuando tiro algo al suelo. Debe ser el infierno.
Lo único que tengo aquí y que no me sirve de nada es esta cajetilla de cigarros y estos trozos de cristal de espejo. Hoy me asomé por el espejo de mi sala que para mí es como una ventana. Mi madre aun lloraba mi ausencia. Creen que me he fugado huyendo de una depresión, o que me han raptado o matado. Nadie sabe nada de mí. ¿Nadie? No, falso, hoy vinieron a consolar a mi madre, Diego, Carlos y Carmen. Conversaron acerca de mí. Luego se levantaron para marcharse.
Carmen se arregló frente a este espejo, y pasándose un dedo por la garganta, sonrió, me guiñó el ojo y me mandó un beso; por detrás se acerco Carlos e hizo un ademán de tirar un puñetazo contra mí y romper el espejo. Pero no lo rompió. Quizás hubiese sido mejor si lo hacia...
El sol entraba suavemente por la ventana.
Era ese sol de tres de la tarde y calentaba deliciosamente a la dulce anciana que controlaba la biblioteca. El joven, casi un niño, debería tener unos catorce años a mis ojos; al acercarse con el gran libro negro a su espalda, parecía algo avergonzado de solicitarlo. No quería que la gente pensase que era supersticioso.
Finalmente lo llevó donde la viejecita y ésta llenó la ficha de cargo, el joven firmó.
- Gracias señora...
- Carmen, - contestó - señorita Carmen.
El gato de la tapa le guiñó un ojo y ambos sonrieron...
Documento originalmente publicado en whitepuma.net en ene 5, 2004.