CREPUSCULO. parte dos

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Pasaban los días y ella siempre estaba ahí para mi, siempre linda y bonita, siempre iba a la moda, siempre arregladita como queriendo complacer mi mirada, era la gloria vestida, era un ángel, el ser mas bello en la tierra, ella hacia siempre que mi corazón sienta paz. Ella no era como las demás, esas que me quietaron todo, esas que me mandaron al olvido y me quietaron la ilusión de vivir. Ella era diferente, siempre me esperaba ahí paradita, verme doblar aquella esquina, esa esquina, testigo silencioso de nuestros días luminosos, de nuestras noches cálidas, noches en que soñaba con tocarla, noches en que abría mi corazón y le recitaba poemas de amor, mientras ella con la mirada lejana, parecía perderse en los mundos que juntos inventábamos. Pasábamos noches enteras viendo estrellas, imaginando que corríamos juntos tomados de la mano, o simplemente caminando tranquilos sin que nadie nos juzgue, sin que nadie se crea con el derecho de hablar sobre nosotros. Tu que lees esto no imaginas el dolor que siento, no imaginas si quiera cuan profundo es mi amor, tu solo lees estas palabras, palabras que condicionan, que encierran, que limitan mi sentir, pues no expresan todo lo que hay en mi.

 

Yo era feliz, con ella yo era feliz, lo tenia todo, nada faltaba, yo siempre la iba a ver, pues yo amaba a esa mujer, ella esperaba siempre ahí, como una princesa en cerrada, pidiéndome que la libere, pidiéndome que la lleve lejos de todos.

 

Una noche, después de decirle cuanto la amaba, cogí una piedra y apunte hacia ella, di dos pasos atrás y de una pedrada revente el cristal que la aprisionaba, las alarmas sonaron tan fuerte que todo el barrio se despertó, pero yo solo escuchaba sus palabras, “Libérame, vayamos a escribir la historia” así que la cogí de los brazos y corrí, corrí con ella como nunca antes, corrí con ella hacia mi refugio, todo su cuerpo me tembló en los brazos, recuerdo que llovía y la invite a bailar un vals, la cogí de la cintura y comenzamos, nada importaba, nada faltaba, podía sentirla por fin, sentía su cuerpo al lado del mío, sentía que vivía, sentía su calor, podía por fin tenerla en mis brazos. Mientras bailábamos yo le hablaba de nuestro futuro mientras ella lloraba en silencio, luego la lleve a nuestro lecho y entre cuatro paredes revente contra su pecho, todas mis penas, tuve entre mis manos todo su universo e hicimos de nuestro pasado un verso, un verso, perdido dentro del poema de nuestra vida, nos juramos amor eterno y sellamos nuestro juramento con un beso. Y entonces, llegaron ellos, todos vestidos de blanco, y me agarraron por los brazos y la tomaron, yo luchaba por liberarme y salvarla; pero ellos eran demasiados y ente lagrimas vi como me pedía que la ayude, y yo no podía moverme, solo vi como la alejaron de mi, a empujones me sacaron de mi casa y me encerraron aquí en estas 4 paredes blancas, donde vienen a verme siempre algunos amigos, pidiéndome que desista de este amor, diciéndome que no es posible, diciéndome que esto es una locura, pero como creer eso, cuando lo que yo viví fue real, lo que sentí fue autentico. Ellos dicen que me enamore de un maniquí, y yo les digo que no, no me enamore de un maniquí,  yo me enamore de una mujer de cartón piedra...  Y yo nunca voy a dejar de amarla....

Dedicado a José, quien vivio esta historia y tuvo la gentileza de compartirla conmigo. A ti, guerrero de la luz.

Documento originalmente publicado en whitepuma.net en sep 30, 2005.

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